Otra noche más, una más de tantas, los sueños se me cruzan en mi imaginación como
trenes en una estación, una estación sin pasajeros, tan solo yo en el andén viendo
pasar los trenes sin detenerse sabiendo que en ellos han subido mis sueños y quizás
nunca más podre volverlos a soñar, son como las gotas de lluvia que se deslizan
a través del cristal, cuando intentas detenerlas dejan de ser gotas.
Sé que los sueños se pueden atrapar, algunos de ellos los
tengo atrapados y realizados, otros quizás en alguna otra estación se paren
algunos de los trenes en los que viajaban los míos, y se dejen atrapar por
alguien que sepa mejor que yo moldearlos
de alguna manera para se hagan
realidad.
No es que me preocupe, como me dijo un amigo, son épocas, épocas
que el tiempo marca su tiempo y como todo tiempo pasara.
Lo que más me preocupa es, el no saber nada de mi amigo
imaginario, ese que compartía conmigo muchos de mis sueños, el no saber nada de
de esa amiga soledad con la cual entablaba conversaciones filosóficas, aunque más
bien diría yo, conversaciones de un loco consigo mismo en presencia de la soledad.
De lo que estoy seguro, es que siendo un soñador empedernido
como soy yo, volveré a disfrutar a la sombras de mis sueños y cruzare espejos
para aprender sobre mí, luchare por parar el tiempo para que una vez que se
esfume la época de la que me hablaba mi amigo y como dijo el maestro Calderón
de la Barca…
“Que toda la vida es sueño y los sueños, sueños
son”.
Rafael Huertas

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